25.3.09

Nana del ángel de ceniza

a Xavier.

Sombra ilumina oscuridad
condensando seres de luz.
Ceniza vertida en el Océano
coagula seres de barro.
Luz y barro, cuenco vacío.

Sombra ilumina la oscuridad.
imaginando los seres.
Cuenco con ceniza,
hueco de sombra.

Canto en un palacio ruinoso
a mi niño inocente.
Alado para asaltar la muerte,
ángel resplandeciente.

Sombra ilumina la oscuridad
inflamando a sus seres
cuenco de luz, candil,
mi ángel de ceniza.

.

14.3.09

Sísifo

La vida era demasiado divertida como para abandonarla. Cuando Tanatos vino para llevárselo, Sísifo se las apañó para engrilletarlo. Hasta que Ares, personificación de la violencia, acudió a soltar a su compadre, la humanidad se libró de la muerte.
Sísifo, el más astuto de los hombres, avaro y tramposo ¿cuál es la eternidad que has logrado con tus argucias? Por tu falta de escrúpulos o por tu rebeldía y para evitar una nueva fuga, se te ha privado de la vista e impuesto la taera de empujar una gran roca pendiente arriba de una montaña en el Hades. Cuando llegas a la cima, ésta cae, y vuelves de nuevo a arrastrarla. Así una y otra y otra vez. No en el tiempo sin tiempo de los dioses al que aspirabas, sino en el tiempo sin sentido de los hombres en que te hallas. Antes te burlabas de la idioticia del mismo Zeus y encontrarías la forma de volver a hacerlo si te dejaran un rato de sosiego. Mantén a alguien ocupado y ciégale de todo lo que no sea su tarea y será inofensivo como un animal de carga; deja que su imaginación sea libre de cumplir sus deseos y será tan poderoso como un dios.
Habría que superar la ceguera de las inercias inconscientes y comprender la naturaleza de las cosas para revelarse. Con nuestra astucia podemos engañarles, con nuestro amor podemos trascenderlos, pero sin olvidar nunca que lo que hay de divino en nosotros no nos pertenece. Lo que en verdad somos no nos pertenece. Sin esa premisa el ego crece hasta estallar en la nada. La nada, infierno de los existencialistas, el castigo que los dioses reservan al hombre moderno.

9.3.09

Carta a Gabrielle

Vivimos en la misma casa, una casa grotesca, encantadora, enorme y onírica. Aquí es muy fácil hacer cualquier cosa pero por mucho que lo intento no logro anudar una conversación que queda siempre pendiente. Por eso te pido que dejes que los pensamientos y los sentimientos que esta carta siembre en ti maduren y y que con su fruto me contestes, aunque sea un fruto amargo.
Poca gente se conoce a sí misma, y menos a otros. Pero tú, tan cercana y cariñosa, eres la persona más desconocida que he querido nunca. Si a veces hablo de identidad, no lo hago para que te aferres a la realidad de tus recuerdos, poco me importa si tu historia es real o ficticia. Te pregunto sobre quién eres porque no encuentro un hilo del que tirar y que salgas a mi encuentro.

Al principio creí que te esforzabas demasiado en vivir, y que por eso resultabas tan agotadora. Y en esa falta de serenidad del ser tu yo se rompía dispersándose en multitud de espejos, cada uno con su reflejo de cada uno de los otros. De nosotros.
A pesar de eso un brillo silvestre en tu mirada estrábica me gustaba, pensé que en tu desnudez se escondía un pedazo de bosque y tuve la imprudencia de buscarlo sin más. Como un eco salido de tono respondiste regalándome tu corazón y el mismísmo fruto de tu vientre. Parecía un sueño en que las leyes de lo absurdo dejaban en evidencia mi falsedad y me condenaban a la soledad.
Escandalizada por tu forma de enamorarte de mí y avergonzada de mi papel en ese teatro temerario, le pregunté a Eugen. La posible influencia de esa charla en lo que hizo después me convierte en partícipe de su ira. Fui tan imbécil como para imponer lo que yo quería que él fuera a lo que él decía que era hasta el punto peligrosísimo de no temerle.
Me dijo que eras un ser de confusión, un espejo infinito de reflejos grotescos que convierten todo en irrealidad. Te llamó aspirante a dios suicida. Se que no hay que creerle y también que siempre dice la verdad.
Y en el lago de nuestras lágrimas de autocompasión admirábamos nuestro reflejo cuando la gente empezó a morir a nuestro alrededor. Yo me refugio en la bebida, y tú ¿dónde te escondes cuando las cosas te dejan en evidencia? No lo haces, te muestras altiva y serena. Cuando deberías mostrarte más humana o derrumbarte entreveo otro rostro más antiguo, un gesto de inocencia depredadora. Y eso me confunde, y también a los demás, por eso te temen. En los peores momentos, cuando ponías en juego la vida de tanta gente, hacías tus apuestas con tanta frialdad que te iluminaba una tiniebla inhumana. Hay algo sublime y oscuro en esa calma, creo que es una parte tuya que deberías explorar. Quieres ir de solar por el mundo, pero no eres así, también eres siniestra.
Está, por ejemplo, el desfase entre tu edad y la edad que aparentas, tanto físicamente como en tu forma de vivir o de mirar. Bueno, todo eso es para recordarte que eres un monstruo, como yo, como Xavier, como todos los que vivimos en esa monstruosa casa. Un monstruo que tiene mucho amor que dar -joder, eso no lo puedo negar y no tiene nada que ver con nada que pueda deducir o no de tu comportamiento, es algo que siento todo el rato- pero un monstruo terrible que no conoce su veneno, ni sabe donde tiene el aguijón, que pica por instinto. No sabes amar, Gabrielle, no sabes cómo administrar tu amor, no sabes, cómo, cuándo y qué dar. Te falla tu teoría del otro. ¿De verdad me amas Gabrielle? ¿No te parece, a veces, que podrías enamorarte de cuaquiera que te tuviera un poco de pena?, ¿que te diera un poco de sosiego? Yo me he comportado como tú, lanzándome al precipicio del amante desesperadamente, hasta asustarlo, con orgullo por lo dado. Eso no es amor, eso es gritar de desesperación ante la soledad.

Luego supe por Pola que habías estado muchos años sometida a una inercia de la que ahora eras libre. Pensé que después de tanto tiempo de alienación empezabas a construir tu yo y que tu egoísmo de principiante no te dejaba vivir sino a través de reflejos de los demás en ti, que amplificabas hasta la estridencia. Pensé que no habías tenido relación directa con el mundo y creí encontrar un terreno común de comunicación. Por fin pudimos hablar, y escuchaste. Parecía un principio. Muchas cosas malas habían pasado y se lo debemos a los que se han quedado atrás.
No quiero darte lecciones de nada, pero tengo la obligación de serte franca. Tu forma de acercarte provoca mis bajos instintos; te me muestras como una niña disponible a la que puedo levantarle la falda. No te amo, ni te voy a amar, me gusta contemplarte, me gusta mimarte un poco y decirte tonterías, pero no me atraes en absoluto. A pesar de que eso lo tengo claro, y lo tenía desde el primer momento, me sorprendo dándote largas, participando, aunque sea con mi negativa de tus juegos de amor vicario. Te tengo mucho cariño y mi forma de manifestarlo confunde, es una estrategia de putón manipulador, una forma que tengo de mantener las puertas abiertas por no quedarme sola frente a mí misma.

No hay nada nuevo en esta carta que no te haya comentado furtivamente alguna vez. Lo demás ya lo sabes, eres mi familia y los gitanos somos de los nuestros. Es que me preocupo por ti y quiero que seas libre, porque feliz ya lo eres, y me alegro.

Un beso de tu amiga que te quiere.