12.7.10

El Oficio de las Sombras

El modelo que no hace mucho me servía como descripción del cosmos se hace pequeño amenazando con desaparecer. Nunca creí habitar ese mapa ilusorio, siempre supe de algo más, algo en realidad intuido que era motor esencial de mi voluntad, un territorio fundamental en el que me movía como un sonámbulo que despierto, duerme.

El poder de esa concepción simplista era su coherencia y su previsibilidad: dibujaba un mundo comprensible y manipulable en el que los viajes se podían hacer con relativa seguridad siempre y cuando conocieras las leyes que lo regían. Y yo las conocía. Aun así insisto: siempre fui consciente de mi ceguera, aunque nunca sospeché que iba a ser tan consciente del más allá.
Si bien esa anticuada representación era de un mundo triste comparado con la estrella que habito, no pierde su valor al dar fundamento teórico a una técnica -un arte- que me permite relacionarme con el mundo de una forma distinta a la habitual. Conforme me adentro en el misterio, esta técnica me parece más tosca, una sombra de otra forma de relacionarse con el mundo a un nivel muchísimo más íntimo de lo que puedo imaginar. Si antes yo era el demiurgo de un medio cuyas leyes conocía a la perfección, ahora soy poco más que un ilusionista que juega con las sombras. Me tienta la idea de crear otro modelo, cultivar otro arte, hacer otra magia, tal vez la verdadera magia, pero todo mi ser se niega en redondo: si manipulando los objetos de la mente me he visto cerca del precipicio, no puedo ni imaginar las consecuencias de mover hilos que implican potencias superiores. Esta ignorante que os habla conoce sus límites y aun así quién sabe si algún día terminará ahorcada por los hilos de sus marionetas.

Y es que siento cómo día a día el mundo engrandece ante mis ojos y el mapa que antes dibujaba casi cada línea de costa, casi cada camino, ahora está lleno de continentes sin forma definida, de dibujos de ángeles soplando nuevos vientos, de serpientes marinas que ordenan las corrientes subterráneas, de enigmas escritos por sabios, de advertencias: “más allá de aquí hay dragones”
El intelecto es criatura de otra dimensión, deformado hasta parecer plano en la lente obtusa del materialismo. A través de esa mirada luminosa contemplo el mundo a veces con una alegría que me colma, otras con vértigo y horror. Ha sido como descubrir una ventana en la habitación que había sido tomada por un cuadro en el que figuraba un paisaje imaginario y que un día descubres que el aire que en verdad te mantiene vivo es el que entra desde ese paisaje, más real que tu propio cuarto. A veces contemplo esa ventana tan llena de emoción que siento un éxtasis inconfesable; otras tengo miedo y me siento como el típico personaje de Lovcraft que descubre en el sótano de su ruinosa mansión un umbral a lo más profundo de la oscuridad donde habita un ser abisal capaz de sentir una locura parecida a la curiosidad. El personaje tiene la certeza de que si ese ser alcanza su mundo su mente no lo soportará y aun así no puede dejar de saber que el umbral existe.

Pero ese acercamiento a la verdad que he vivido en los últimos meses no es incompatible con el oficio de aplicar una técnica que es fundamentalmente mental. Es más, ahora me veo capaz de hacer un uso trascendente de ese arte extraño –como se hace en los oficios de verdad como la ebanistería, que es alimento para el alma- y me he quitado un peso de encima al quedar patente mi insignificancia de titiritero. De hecho, sin esa consciencia de lo trascendente, sin ese temor reverencial hacia lo sagrado, ese oficio de las sombras es el más peligroso del mundo, ya que si tus pies pierden contacto con el Espíritu es más bien fácil perder tu alma enganchada -como una camisa blanca y delicada hecha jirones- en la rama de un árbol que se secó hace tiempo.